A MEDIDA QUE UNA VICTORIA DE TRUMP SE HACE MáS PROBABLE, EUROPA VUELVE A ENTABLAR RELACIONES CON CHINA

La tibia recuperación económica, el temor a una agresión rusa y la perspectiva de una victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos están acercando a Europa a China.

El domingo, el canciller alemán, Olaf Scholz, aterrizó en la ciudad de Chongqing, en el suroeste de China, para una gira de tres días por tres ciudades del país centrada en la reanudación de las relaciones económicas con Beijing. Al frente de una delegación de empresas alemanas y flanqueado por tres ministros, Scholz se reunió en Beijing con el líder chino, Xi Jinping.

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El mes que viene, Xi viajará a París para reunirse con el presidente francés, Emmanuel Macron, según diplomáticos de ese país, como colofón a una serie de actos y festividades para conmemorar los 60 años de relaciones diplomáticas entre ambos países. Se espera que las conversaciones, tras la fastuosa bienvenida que Beijing dio a Macron el año pasado, se centren en el comercio.

El ballet diplomático se produce tras los acercamientos de Beijing. En noviembre, permitió a los ciudadanos de las cinco mayores economías de la Unión Europea (UE) viajar sin visado a China, un privilegio que desde entonces ha ampliado a otras seis naciones europeas, pero no a Estados Unidos. En enero, China volvió a autorizar las importaciones de carne de vacuno irlandesa, suspendidas el año pasado por motivos sanitarios, y levantó una prohibición de 2018 sobre la carne de cerdo belga.

Esto marca un punto de inflexión. En pocos meses, la UE ha abierto cuatro investigaciones sobre las subvenciones que China concede a sus fabricantes de trenes, turbinas eólicas, paneles solares y vehículos eléctricos para frenar la avalancha de importaciones chinas baratas. La UE también está presionando a las empresas europeas para que reduzcan su dependencia de determinadas materias primas procedentes de China.

Los gobiernos europeos también han atendido en gran medida los llamados de Washington para excluir a China de las tecnologías avanzadas de fabricación de chips. Alemania, el mayor socio comercial europeo de China, presentó su primer documento estratégico sobre el país asiático el pasado mes de julio, en el que lo calificaba de socio y competidor, pero también de rival sistémico, y se comprometía a reducir su exposición a él.

Las empresas alemanas se han quejado de la creciente competencia de sus rivales chinos en sectores -desde los automóviles de lujo hasta la maquinaria industrial avanzada- que solían ser coto privado de Occidente. Las empresas alemanas de ingeniería de gama alta, que han resistido en gran medida el ascenso de China hasta dominar la fabricación de bienes de consumo, se ven cada vez más perjudicadas por sus rivales chinos, tanto dentro como fuera de China.

Pero a medida que la economía europea lucha por recuperarse de la pandemia del virus Covid-19 y de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, el estado de ánimo está cambiando en algunos países europeos, aunque no en Bruselas. En Estados Unidos, la constante ventaja de Trump en las encuestas sobre el presidente Biden hace temer tensiones transatlánticas y una nueva guerra comercial mundial.

“Bruselas se está moviendo agresivamente contra China”, comentó Noah Barkin, analista de Europa-China en Rhodium Group, un grupo de investigación independiente. “Pero algunos grandes países europeos como Alemania están más preocupados por Ucrania y Trump... Esto plantea dudas sobre la contundencia con la que van a contraatacar a China”, sostuvo.

Las amenazas han llevado a algunos a preguntarse por qué deberían seguir el ejemplo de Estados Unidos, mientras que China representa una amenaza más distante -y una oportunidad económica más grande- para Europa que Rusia.

“Somos una nación manufacturera y orientada a la exportación. Nuestra riqueza depende del acceso a los mercados internacionales”, afirmó Bernd Westphal, legislador del Partido Socialdemócrata de Scholz y miembro de la Comisión de Política Económica del Parlamento.

Ding Chun, director del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Fudan, con sede en Shanghái, señaló que Europa se juega mucho en caso de una victoria electoral de Trump, dado que Estados Unidos es tanto un socio comercial como el garante de la seguridad de la región. Del mismo modo, los analistas chinos afirmaron que había más potencial para el compromiso y la cooperación entre Europa y China, que son competidores económicos, que entre China y Estados Unidos, que son rivales geopolíticos cada vez más acérrimos.

Tras la elección de Scholz en 2021, Alemania adoptó una postura dura con China, recortando las garantías estatales para las inversiones alemanas en el país, intensificando los controles a la exportación y bloqueando varias adquisiciones chinas importantes de empresas alemanas.

Entre los innumerables productos fabricados por Trumpf, una empresa privada alemana de ingeniería con gran presencia en Estados Unidos y China, se encuentran láseres esenciales para fabricar semiconductores de alta gama. Berlín no permite su venta a China, pero el año pasado el director general de la empresa arremetió contra el gobierno alemán, diciendo que estaba retrasando los permisos de exportación para una serie de productos inocuos.

En los últimos meses, sin embargo, “las cosas han mejorado mucho”, dijo Stephan Mayer, jefe de Trumpf en China. “Casi hemos recuperado la velocidad de hace dos años”, agregó.

Según los analistas chinos, Beijing aprovechará la visita de Scholz para rebajar las crecientes tensiones comerciales con Europa y pedir a Berlín que ayude a diluir las investigaciones antisubvenciones iniciadas por la UE en los últimos meses. Alemania se muestra escéptica ante los planes de la UE de imponer aranceles a los vehículos eléctricos chinos, porque los fabricantes alemanes de automóviles, que tienen una fuerte presencia en China, temen medidas de represalia.

“No queremos reducir el comercio con China. Queremos aumentar el comercio con China y, al mismo tiempo, reducir el riesgo y diversificar”, declaró un alto funcionario del gobierno alemán.

A pesar de que Beijing se presenta como adalid del libre comercio, apenas hay igualdad de condiciones entre los exportadores europeos y chinos, de acuerdo a los economistas europeos. El Instituto Kiel para la Economía Mundial, un grupo de reflexión, calcula que Beijing prodiga a sus empresas subvenciones equivalentes a cerca del 2% del Producto Interior Bruto del país, al tiempo que pone barreras a los extranjeros que operan en China.

Moritz Schularick, presidente del Instituto de Kiel, aseguró que el planteamiento de China significa que cualquier beneficio económico que Europa pudiera obtener de un nuevo compromiso con él sería mínimo.

“China solía ser un motor de crecimiento muy importante para Europa. La gente todavía tiene este modelo en la cabeza”, indicó. “Lo que se pierde es que China es ahora un competidor feroz exactamente para los productos que Europa es buena fabricando”, detalló.

Europa está luchando por adaptarse al hecho de que ahora se encuentra compitiendo contra China en campos que solía dominar, sostuvo Wang Yiwei, director de estudios sobre la Unión Europea en la Universidad Renmin de China en Beijing. “La gente se sentirá inquieta. Es un proceso de transición, llevará tiempo que todos se acostumbren”, añadió.

Aunque el comercio entre Europa y China se contrajo el año pasado, los déficits comerciales de Europa y Alemania se han disparado, reflejo del ascenso de China en la cadena de valor. Al mismo tiempo, las empresas europeas producen cada vez más en China. Las nuevas inversiones directas alemanas en China alcanzaron un récord en 2022, según datos recopilados por Rhodium Group.

Wang afirmó que las empresas chinas están dispuestas a reflejar esa estrategia de “lo local para lo local” en Europa mediante la construcción de instalaciones locales de fabricación de baterías y turbinas eólicas para crear puestos de trabajo y servir al mercado europeo, lo que podría disipar las preocupaciones europeas sobre las importaciones baratas.

Sin embargo, lo que más preocupa en Europa es la dependencia de los fabricantes de productos químicos, materias primas y piezas chinas, algunos de los cuales son difíciles o caros de conseguir en otros lugares.

Jürgen Matthes, responsable de política económica internacional del Instituto Económico Alemán, un grupo de reflexión, dijo que los datos comerciales mostraban que las empresas alemanas habían avanzado poco en la reducción de estas dependencias en los últimos dos años.

“En este ámbito hay más inercia de la que esperaba el gobierno”, manifestó. “Es difícil saber si la sustitución de estos productos lleva mucho tiempo o si algunas empresas simplemente no están interesadas”, planteó.

Un estudio de Allianz publicado esta semana, indica que en los últimos 18 años la cuota alemana de componentes críticos procedentes de China ha pasado del 6% al 22% de las importaciones. Y una encuesta del Instituto Ifo reveló que menos del 40% de las empresas alemanas quería reducir su dependencia de bienes intermedios procedentes de China, frente a la mitad hace dos años.

Europa y China siguen tan entrelazadas que una disociación repentina entre ambas, a la altura de la ruptura Rusia-Europa de 2022, provocaría una contracción de la economía alemana del 5%, una sacudida comparable a la de la pandemia de Covid y la crisis financiera mundial, de acuerdo a un estudio de diciembre del Instituto Kiel.

La dependencia no es unilateral, indicó Mayer, de Trumpf, puntualizando que China sigue dependiendo de una serie de productos de fabricantes occidentales. Esto significa que ambos “deben encontrar la manera de trabajar con el otro en el respeto mutuo”, dijo, “sin ser ingenuos, por supuesto”, agregó.

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